La saga de Los Sims tiene algo que la hace especial, por algo lleva casi quince años colándose en las casas de millones de adolescentes. Ojo, de los de antes y de los de ahora.
Vale que la franquicia ha logrado reinventarse y actualizarse sacando cuatro títulos nuevos con decenas de extensiones de cada título ofreciendo un universo de juego incomparable a otros, pero este videojuego de simulación social diseñado por Will Wright ha logrado convertirse en el favorito de millones de personas. Por algo alcanzó en el 2008 la escalofriante cifra de cien millones de copias vendidas y convertirse en la franquicia más vendida de la historia. ¿La razón detrás de este éxito?
Y es que la dinámica del título consiste en crear personajes, interactuar con ellos edificándoles casas -o mansiones, según se quiera ver- y satisfacer sus necesidades y estados de ánimos cumpliendo sus deseos. O todo lo contrario. Y es que aunque estas personajillos sean nuestra perdición, siendo sinónimo de horas y horas enfrascados en sus vidas, hay una cosa que todos los que alguna vez han jugado a este videojuego disfrutan por encima de todas las cosas. Sí, estáis pensando de forma correcta: su muerte.
Los creadores de Los Sims, conscientes de este pequeño placer que provoca jugar a ser Dios en toda la ley, incluyeron desde sus inicios esa posibilidad de muerte, de matar al avatar porque sí o porque llevamos un mal día, porque nos hemos cansado de él o porque simplemente la Parca es nuestro personaje favorito de toda la franquicia.
Da igual la razón ya que a nuestra disposición tenemos una amplia gama de posibilidades de poner punto y final a sus frágiles vidas. Las causas pueden ir desde la propia vejez hasta accidentes casuales o provocados.
fuente: LavozdeGalicia
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